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    Tecnologías del encuentro

    Un acercamiento a los usos que hacen los jóvenes migrantes de las TIC en la Macarena (Sevilla)

    Gema Valencia | ZEMOS98

    Cuando Miguel llegó a Sevilla en 2003 probablemente no se imaginase hablando a través de un pequeño dispositivo táctil a color con su familia a más de 6.000 km de distancia de camino al trabajo. Este escenario era impensable teniendo en cuenta que la forma de contacto habitual era vía telefónica (con su consecuente coste) o a través de Windows Messenger sentados delante del ordenador. Eran buenas opciones, pero como comenta Miguel, «era más complicado»: la velocidad de Internet era otra bien diferente y «el acceso [a la tecnología] no era tan amplio como lo es ahora».

    Miguel pertenece a un grupo de jóvenes, como Nela, Royci, Diego y Yasmine, que viven en el distrito sevillano de la Macarena. Como otros chavales y chavalas de su edad, las Tecnologías de Información y Comunicación ocupan un lugar importante en sus vidas y forman parte de sus modos de relación de una manera fundamental, hasta el punto de que parte de sus identidades se modela en el entorno digital. Aún cuando su uso es generalizado, estas herramientas han cobrado especial importancia para ellos ya que parte de sus familias se encuentran fuera de España.

    Mucho ha llovido desde la época en la que usábamos Windows Messenger. Tanto es así que 13 años después la mayoría llevamos un dispositivo de acceso a Internet en el bolsillo; una herramienta que se ha vuelto indispensable en el caso de las personas de origen migrante. «Los migrantes tienen en el teléfono móvil su cordón umbilical que les acerca a su cultura, su casa, su familia, sus amigos», aseguran los miembros de Teranga GO! Agustín y Gustavo.

    Lo que somos, nuestra situación o circunstancia personal o colectiva, median en la manera en la que nos relacionamos con lo que nos rodea. Desde la posición de migrante, las tecnologías digitales pueden establecer diversos puntos de partida: ¿favorecen espacios de resistencia a la aculturación o en cambio facilitan este proceso? ¿Cómo gestionan los jóvenes migrantes sus identidades online? ¿Existe mayor brecha digital en estos colectivos? ¿Cómo se trabajan las TIC desde centros educativos con un alto porcentaje de estudiantes migrantes?

    Este reportaje pretende hacer un recorrido sobre el uso que hacen los jóvenes de estas herramientas, acercándonos a ellos desde el distrito de la Macarena, la zona con mayor concentración de población de origen extranjero en la ciudad. Trataremos de dar respuesta a estas preguntas, aunque quizás abramos otras tantas en el camino.

    Cuando hablamos de la Macarena, hay varias imágenes que nos pueden venir a la mente. La primera probablemente esté formada por Los del Río cantando y bailando su mundialmente famosa canción homónima. La segunda puede que se corresponda con dos de los estandartes de la imagen confesional y folclórica de la zona: la Basílica y la Virgen de la Macarena. Pero ¿qué queda más allá de estos imaginarios? ¿qué queda a la sombra de la cultura oficial de Sevilla?

    El distrito Macarena lo componen 24 barrios y posee una de las mayores densidades de población de la ciudad, con un 11% del total (75.427 habitantes de 700.596). Además es la zona con mayor número de habitantes de origen migrante, lo que está rejuveneciendo poco a poco la edad media de la población, muy envejecida desde hace años. Se pueden contar más de 107 nacionalidades entre sus habitantes, predominando las de países latinoamericanos y europeos; en concreto, las más numerosas son la boliviana, con 960 personas, y la marroquí, con 833.

    Para conocer la evolución y transformación de un barrio no hay nada mejor que dirigir la mirada a sus centros educativos. Miguel Rosa es el director del CEIP San José Obrero desde hace 13 años. El suyo es uno de los que más inmigración recibe en el distrito: su alumnado está formado por un 50% de extranjeros. «La primera oleada que llega al cole fue en el 2000-2001, con gente de Marruecos y de la zona del Magreb», cuenta Miguel. «En el año 2002-2003 empezaron a llegar niños sudamericanos, y sobre el 2005-2006 se produce el boom de bolivianos, que, de hecho, son la mayoría de los que llegan a nuestro cole». Tras la llegada de estudiantes sudamericanos comenzaron a llegar de Europa del este y Asia. En la actualidad alberga alumnado de múltiples nacionalidades que conviven en distintos espacios del distrito.

    De unos años a esta parte parece que el movimiento migratorio se ha detenido. Muchas familias están volviendo a sus países de origen. «Hemos llegado a tener en la ESO un 42% de inmigrantes», pero desde hace dos o tres años «empezamos a tener una desbandada total hacia sus países debido a la crisis. Y todavía siguen yéndose, pero en menor escala», cuenta Rosa Llamazares, directora del IES Miguel de Cervantes. Las dificultades para encontrar trabajo causadas por la crisis han provocado que a muchas familias no les haya quedado otra opción que retornar a sus países de origen. Y está suponiendo una nueva transformación en la Macarena que dentro de unos años comenzará a notarse. Miguel observa que «es curioso, porque estamos viendo que se está yendo el migrante y los pisos que se están quedando vacíos los están ocupando gente autóctona de Sevilla; vuelve el ciclo».

    La Macarena ha sido retratada en muchas ocasiones como un espacio de conflicto entre las diferentes comunidades que la habitan, especialmente en alguno de sus barrios. La presencia de diferentes grupos y etnias, y en definitiva la existencia de población migrante en el distrito ha acarreado históricamente, desde su llegada a partir de los años 90, diversos problemas de convivencia con los autóctonos. En gran medida este tipo de disputas vienen dadas por el uso del espacio público que hacen los jóvenes extranjeros, que suele ser alborotado y dinámico, como el que haría la población local de la misma edad. Obviamente esto choca con la población local, envejecida. El resultado se traduce en una mayor presencia policial y en la retirada del mobiliario para evitar la permanencia de los jóvenes en el espacio público. Actualmente estos conflictos son menos visibles, quizás porque casi no quedan bancos en las plazas, lo que no significa que no existan y se manifiesten de otras formas.

    «[Las tecnologías] también han cambiado las ciudades. La ciudad ha dado prioridad al tráfico, al desplazamiento, al hecho de ir de un lugar a otro, por encima de los espacios de encuentro. Ahora la ciudad es un lugar para pasar por ella, pero no para permanecer en ella. ».

    ¿Nuevas tecnologías de la información y la comunicación o nuevas tecnologías de relación? Niños, jóvenes y cultura digital

    Los jóvenes, y en especial los adolescentes, tienden a explorar los límites de sus barrios en la búsqueda de independencia, lejos de la mirada controladora de sus padres. Sin apenas dinero a esa edad, los lugares de consumo como bares o cafeterías quedan descartados salvo en ocasiones especiales. Antes no era difícil decidir a dónde ir;  la mayoría  de los jóvenes se descubrían en las plazas de sus barrios, sitios que propiciaban el encuentro y sus relaciones. Actualmente la permanencia o no en el espacio público está muy mediada por el consumo: bares, mercadillos, ferias... ¿Qué espacios les quedan a los jóvenes en la ciudad que les sirvan de lugares de encuentro?

    Por cada cinco teléfonos móviles se compra un ordenador, una tendencia que irá in crescendo hasta 2020, año en el que se estima que el 80% de la población mundial tendrá uno de estos dispositivos, según este estudio. Si se cumplen sus predicciones, el uso del móvil se extenderá cada vez más, así que cabe pensar que los usos de la Red y la construcción de la web irán cada vez más enfocados a estos dispositivos. Y ya lo estamos viendo, como en el caso de Diego: a él le gusta ir de compras, pero antes de desplazarse suele mirar vía online ofertas para agilizar la visita. Lo hace a través de las apps en lugar de navegando por las webs de las tiendas, porque asegura que «van más rápido». De hecho cada vez se navega más a través de estos dispositivos en detrimento de los ordenadores, que quedan relegados a tareas más «formales»: «el ordenador si no es para hacer algún trabajo o para buscar información o algo así más… que necesite ordenador… no lo uso», confiesa Yasmine.

    Los teléfonos inteligentes o smartphones, suponen una tecnología asequible que además permite un acceso más barato a Internet, además proporcionan un acceso en cualquier momento y lugar. ¿Podemos decir entonces que estos dispositivos están paliando la brecha digital? ¿están democratizando el acceso a la Red? ¿facilitan el empoderamiento de las personas migrantes?

    Según Amparo Huertas, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona y directora del Instituto de la Comunicación en el mismo centro, «los móviles solucionan el tema del acceso. O sea, si hablamos de brecha digital en el acceso, esta tiende a diluirse. Pero otra cosa son los usos», advierte. Que la mayoría de jóvenes tenga un smartphone no quiere decir que hagan un uso crítico de las TIC o que creen sus propios contenidos. De hecho sorprende a este respecto que de los 26 jóvenes consultados a través de un cuestionario de elaboración propia, la mayoría (un 42%) afirma que usa las tecnologías para consumir contenidos, frente a un 15% que dice también producirlos.

    Las TIC facilitan la creación de contenidos por parte de los usuarios. Ahora la tecnología necesaria para producir está en más manos que nunca. Pero la posesión de un móvil o un ordenador no lo es todo. Para convertirse en EMIREC (emisor-receptor), hace falta desarrollar y cultivar una serie de habilidades tecnológicas. De la adquisición de verdaderas competencias dependerá que haya participación y que las personas abandonen roles pasivos en pro de la aportación a la inteligencia colectiva de la Red. Es en ese punto cuando se puede hablar de verdadero empoderamiento: en el momento en el que una persona tiene las destrezas que le hacen convertirse en generador de contenidos. Pese a todo, no hay que olvidar las restricciones e impedimentos que existen al respecto más allá de los propios usuarios: «mucho se ha hablado de las posibilidades de creación de nuevos contenidos. Pero esas posibilidades, a título individual, cada vez son más reducidas. Por ejemplo, chocan directamente con los derechos de autor (Copyright) y cada vez son más estrictas las medidas en este sentido», recuerda la profesora.

    Volviendo a la brecha digital, Amparo afirma que «no se muestran diferencias en cuanto al nivel de acceso a las TIC por parte de migrantes y autóctonos. [...] Incluso, en nuestros trabajos iniciales, detectamos que el ordenador era un equipo básico en muchos hogares de familias latinoamericanas, dadas las facilidades de la Red para comunicarse con familiares. Es más, en algunas de nuestras muestras, el porcentaje de hogares latinoamericanos equipados con ordenadores llegó a ser superior al de los autóctonos en esos inicios», comenta. «Eso sí, solían ser ordenadores viejos, con escasa potencia e incluso en algunas ocasiones, recogidos de la calle».

    Abdelaaziz Oudidi atribuye la ausencia de diferencias entre las familias de origen extranjero y locales a que «el proyecto migratorio de las familias migrantes son los niños, con lo cual veo que muchas veces estos niños disponen de cosas que a veces no tienen otros. Las familias se sacrifican esperando un cambio a través del niño». Un cambio de clase que creen que a ellos, los adultos, no les va a llegar y es por eso por lo que se esfuerzan en la educación de sus hijos, para que ellos en el futuro sí puedan ascender socialmente. Abdelaaziz es un mediador intercultural que lleva trabajando en el distrito de la Macarena desde el año 2000. Colabora con diferentes centros educativos del distrito desarrollando diferentes tareas como la de acompañamiento, prevención del absentismo e inmersión lingüística del alumnado.

    Estos colegios e institutos también desarrollan un papel importante en la paliación de la brecha digital. Un ejemplo es el IES Miguel de Cervantes, uno de los centros TIC de la zona de la Macarena. Para ayudar a que sus estudiantes puedan estudiar, hacer sus trabajos, buscar información y hacer consultas en horario extraescolar, han habilitado un aula de informática en el mismo edificio a la que pueden acudir por las tardes. Además de facilitar el acceso, desde el centro también trabajan la adquisición de competencias tecnológicas. Según su directora, Rosa Llamazares, desde que los chavales entran en el centro «nos preocupamos de que tengan una competencia tecnológica, y que sepan utilizar la tecnología para su aprendizaje».

    Y es que todo comienza por la educación.


    Brecha digital de género

    Aunque parecen existir pocas diferencias en cuanto al acceso a las TIC entre jóvenes de colectivos migrantes y locales, no podemos olvidar que la desigualdad de acceso también se manifiesta a través del género. Es lo que ocurre en algunas comunidades, como explica Abdelaaziz: «por ejemplo si cogemos al grupo marroquí, las niñas están más controladas y eso incluye el uso de los medios». Y continúa: «A lo mejor el niño puede tener el teléfono a los 10 años pero a la niña no se lo dan hasta los 16 años». Debido a determinadas costumbres y culturas de algunos colectivos, la mujer queda relegada al plano del hogar y por tanto, al margen de las tecnologías.

    Sobre esta cuestión, Amparo Huertas, apunta la diferencia en cuanto a equipos de acceso entre hombres y mujeres del colectivo magrebí: «en los hogares de las familias de origen magrebí, el acceso a Internet suele estar muy restringido. Los progenitores lo suelen justificar como la manera de proteger a hijos/hijas de “malas influencias”. Es habitual que el ordenador y la conexión estén fuera de la vivienda; más concretamente en el lugar de trabajo de los padres -con lo que ello también supone la limitación para las mujeres».

    Estas diferencias de acceso según el género no debe llevarnos a «confundir desigualdad de género con un valor diferencial cultural». La igualdad de género es una meta que aún no se ha alcanzado ni en los mal llamados «países del primer mundo o desarrollados», así que teniendo en cuenta que sigue siendo una realidad la relación de dominación del hombre sobre la mujer, «también lo es que no en todos los marcos culturales se ha dado la misma evolución en equidad de género».

    Los centros de enseñanza influyen en la forma en que los jóvenes migrantes usan las TIC, junto a otros factores. Estos deberían actuar como facilitadores del contacto con las tecnologías desde una perspectiva crítica, y desde la misma niñez. En el caso de Yasmine, el sistema educativo español es el único que ha llegado a conocer. Llegó a Sevilla con tan solo dos años, así que no tuvo tiempo de verse inmersa en el de Marruecos. En cambio Miguel, Nela, Royci y Diego han estudiado entre Sevilla y sus países de origen. Así que todos han tenido o tienen relación con el sistema educativo español. La  influencia que en ellos haya dejado en el campo de los medios digitales depende de los proyectos puestos en marcha en torno a estas tecnologías.

    En España ha habido varios intentos de integrar las TIC en la enseñanza, pero en muchas ocasiones se ha producido con un enfoque más tecnologicista que metodológico. Los medios digitales facilitan la puesta en marcha de procedimientos basados en el trabajo colaborativo, más allá de los modelos de educación que conciben el aprendizaje como algo más que la mera adquisición de competencias instrumentales y memorización de contenidos. La incorporación de las TIC a las aulas ha puesto el foco en la modernización tecnológica de las mismas, y no en la implantación de una «metodología 2.0». Así se han sucedido diversos programas que trataban de equipar con las TIC los diversos centros educativos del país. Uno de los más recientes fue la Escuela 2.0, y a nivel autonómico también se han desarrollado otros tantos, como las convocatorias de los Centros TIC.

    «La Escuela TIC y todas esas cosas», dice Miguel Rosa, «nosotros desde el principio siempre lo hemos sido. Y siempre hemos estado trabajando con ordenadores. El boom máximo fueron los años 2007, 2008, 2009, 2010… Todo ese tiempo hemos ido subiendo en tecnología y trabajando con quinto y sexto a tope con programas, con proyectos y con muchas cosas. En el 2010 - 2011 se paró la Escuela 2.0 y empieza eso a frenarse». Que comience a frenarse implica que deja de haber asistencia técnica en los centros para mantener toda esa inversión en tecnología, por lo que parece que todo el fulgor TIC empieza a marchitarse en cuanto las garantías de las pizarras digitales comienzan a llegar a su fin.

    En el instituto de Rosa Llamazares se dedican a arreglar ellos mismos lo que deja de funcionar. «Tenemos un coordinador TIC que vale millones» presume. «Si tenemos tres ordenadores que no funcionan, pero este tiene la placa base bien, otro tiene el disco duro… nosotros los descuajaringamos, los armamos y de tres hacemos uno».

    Pero que un centro sea TIC debería implicar mucho más que su equipamiento tecnológico. Tras las lámparas agotadas de los proyectores quedan metodologías que deberían perdurar más allá de las pantallas. Los medios digitales implican modelos participativos, cooperativos, donde los roles de profesorado y alumnado se diluyen, algo que no siempre es fácil: «convencer al profesor de que los alumnos son los protagonistas y él es un secundario cuesta mucho; yo soy una enamorada de que el profesor sea la guía del aprendizaje y ya está», asegura Rosa. «Tenemos muy claro que el alumnado no va a dejar de aprender nunca. Para nosotros es más básico que un niño adquiera la competencia de aprender a aprender antes de que sepa un contenido».

    Miguel por su parte, comenta que las TIC como metodología están facilitando que muchos profesores estén abandonando el libro «que es un tocho y que tiene poca utilidad, y están viendo que en la Red hay mucha información que viene de muchos sitios y que pueden aprovechar para sus alumnos». De hecho, estas herramientas están facilitando la creación de una red de intercambio entre los maestros: «lo que están haciendo es aprovechar otras actividades que están haciendo otros profesores y ellos las modifican y luego las pasan a otros profesores para darlas a conocer», explica el director. «Esto lo da la Escuela 2.0, junto con la idea de que había que tirar por ese camino, que hay muchas cosas más allá de lo que se ha hecho siempre».

    ¿Y cómo le afecta al alumnado el uso de las TIC que se hace en las aulas, fuera de ellas? Miguel lo tiene claro: «en su vida personal les afecta en tanto que, cuanto más desarrollada tengan esa parte, más autónomos son con el uso de las tecnologías». Rosa cree que es algo básico ya que «ahora en Internet puedes encontrar de todo, pero encuentras más información de la que necesitas». Es por ello por lo que defiende que la labor de los docentes es la de «enseñarle a los niños a hacer discriminación [de contenidos]; que no tienen por qué creerse todo lo que aparece».  Algo bien distinto a los métodos transmisivos que muchos hemos experimentado en clase: «es lo contrario a mi época. En mi época yo llegaba a clase y a mi me daba la información mi profesor. No era cuestionable; lo que ellos decían iba a misa». Así entramos en un modelo en el que se integra la «incertidumbre», dejando de lado lo impositivo e incontestable.

    «Nunca sabremos lo que es una identidad a no ser que la hayamos intentado disgregar en identificaciones dependientes de una situación; nunca aprenderemos lo que es una cultura hasta que no la entendamos como un proceso dialéctico, es decir, de doble discurso: las personas la reifican y, al mismo tiempo, deshacen sus reificaciones».

    El enigma multicultural, Gerd Baumann

    Existe la percepción social de que los jóvenes no son del todo responsables en el manejo que hacen de las TIC. Pareciera incluso que son dominados por ellas, como si ejercieran un magnetismo incontrolable sobre los chavales y chavalas; como si fuesen embaucados por un canto de sirena que llama a la imprudencia y a la deriva entre ceros y unos. Pero lo cierto es que en más ocasiones de las que creemos, los jóvenes construyen su propio relato con cautela. «Todos los adolescentes, en términos generales, son conscientes de estar creando un mensaje sobre sí mismos en las redes», asegura Amparo. Y es que tienen claro cómo quieren representarse, con qué quieren identificarse y en consecuencia, suelen ser cuidadosos con la creación de mensajes que hacen sobre sí mismos. Y no es para menos: las imágenes que construyen de ellos marcan el punto de partida, la posición desde la que se relacionarán en la Red.

    Esas múltiples imágenes forman parte de sus identidades digitales, que se manifiestan a través de los diferentes medios sociales en los que los jóvenes deciden estar presentes. La identidad no es algo inamovible y estático, sino que se presenta y toma forma dependiendo de la situación y contexto. Por ello la gestión de las identidades online es especialmente significativa entre los jóvenes migrantes. Amparo Huertas observa que «de alguna manera tienen interiorizado que sus familiares y amistades pueden saber, a partir de lo que muestran en sus cuentas, cómo se sienten, qué hacen, en definitiva, cómo están». Esta conciencia y esta comunicación con sus países de origen hace que se preocupen por «mostrarse siempre alegres o por dar a entender que, en España, se encuentran rodeados de amigos».

    En esa lógica de construir su personalidad en los medios digitales, en muchos casos los jóvenes son prudentes a la hora de mostrar, o no, factores identitarios propios de una nacionalidad o cultura, sobre todo cuánto más diferencias haya entre la propia y la del país de residencia. Ciertos rasgos como un nombre, o atuendos como el pañuelo en las mujeres musulmanas, pueden centrar todo el discurso digital en su procedencia. Muchas veces «pueden asimilar esa pluralidad en sus perfiles» o pueden encontrarse con contradicciones, «por ejemplo en el caso de las chicas, cuando hablamos de chicas musulmanas pueden plantearse cómo aparecer en su foto de avatar. ¿Me pongo con o sin pañuelo? ¿y si a lo mejor me pongo con una falda? ¿cómo lo interpretará mi hermano?», analiza Abdelaaziz Oudidi.

    La gestión de estos factores identitarios es muy influyente según el tipo de relación que quieran generar los jóvenes. Tanto, que se ha reforzado la tendencia de «usar cada red social para un fin diferente», añade Amparo. «Así, el adolescente genera diferentes contextos comunicativos, uno en cada red, y no mezcla relaciones sociales diferentes». Es por lo que podemos hablar de la formación de identidades transmedia en el contexto virtual, ya que los chavales y chavalas desarrollan su relato según quienes quieran ser y con quién se quieran relacionar en cada red social, y por supuesto, acorde a las posibilidades técnicas y a los diferentes códigos narrativos que ofrezca cada canal social. En base a la comunidad a la que quieran pertenecer, originarán diversos entornos dependiendo del rol que asuman en cada uno de ellos.

    De esta manera cada red adquiere un uso diferente, sobre lo que la profesora Huertas apunta que «según los últimos trabajos, Facebook va quedando relegada para el contacto familiar transnacional y sobre el contacto con amistades, muchas de las cosas que antes se hacían en redes, ahora han pasado al Whatsapp». Este último dato ejemplifica la tendencia al alza de la “internalización” de la comunicación de las redes sociales; es decir, se comparte más contenido por mensajería privada que a través de los canales abiertos de los medios sociales. Según advierten en este estudio, 9 de las 10 apps móviles más usadas corresponden a aplicaciones de mensajería.

    La principal actividad que desarrollan los jóvenes a través de las redes sociales, incluídos nuestros protagonistas, es comunicarse. Complicado de adivinar ¿verdad? Sería difícil que no fuera así cuando es el leitmotiv de estas plataformas. Lo cierto es que un 85% de los chavales y chavalas consultados afirman que es su principal uso, y que a través de ellas chatean, hablan con amigos o compañeros de clase y familiares. Para estar en contacto, Whatsapp es la estrella, seguida de Facebook. Nela y Royci usan esta última principalmente para sus amistades en su país de origen, aunque también en el día a día para quedar con sus amigos y amigas de Sevilla. Los grupos de Whatsapp también son clave, como en el caso de Diego: sus amigos crean uno nuevo para cada quedada.

    «La sociabilidad en la Red se produce mayoritariamente con personas conocidas y [...] se da mayoritariamente con personas con las que se tiene un contacto casi diario», explica Amparo Huertas. Las relaciones más cercanas son la base del tejido que se construye en las redes sociales. Se parte de personas que se conocen en persona, y ahí el centro escolar cobra especial importancia en el desarrollo de esos encuentros de proximidad.

    Por eso es curioso que Miguel que lleva en Sevilla 12 años, posea a la mayoría de sus amistades en Venezuela.También conserva muchas en la ciudad, del barrio y de sus años de colegio, con las que se ve a menudo, naturalmente. Y aunque usa Whatsapp para mantenerse en contacto, también emplea Blackberry Messenger, una aplicación disponible para Android a pesar de su nombre, muy popular en Latinoamérica y en especial en Venezuela. Allí «se usa más que Whatsapp», asegura.

    Según Abdelaaziz Oudidi, el uso y la elección de redes sociales dependerá de las relaciones que los jóvenes establezcan con el país de residencia. Si la comunidad de pertenencia está en Sevilla, las plataformas y los patrones culturales se amoldarán a los habituales de los locales. «Claro, es que si todos mis amigos son de aquí ¿qué voy a hacer con una aplicación, por ejemplo, de China? Pero si todavía tengo esa relación, esa lealtad a mi origen, la seguiré usando», afirma. También depende de si esos jóvenes se mueven en el barrio con otros jóvenes de su misma nacionalidad. Eso hará que los usos de las TIC que hacían en su país de origen se perpetúen. Sobre esto, Huertas asegura que «a partir de los seis años de vivir en el nuevo país, las diferencias entre autóctonos y migrantes se diluyen». Además la zona de origen marca muchas variaciones. Según ella, «los latinoamericanos y africanos son los que más se relacionan con los españoles y con otros extranjeros y, cuanto mayor es su clase social, más fácil es ese contacto».

    Según se ha visto, no es difícil observar que los usos «diferenciados» que podemos encontrar entre los jóvenes migrantes y los locales están mediados por la condición intrínseca del desplazamiento del lugar de origen, y en consecuencia, la distancia con familiares, conocidos y gran parte de la cultura que ha influído en la formación del individuo dentro de su colectivo. La utilidad o el uso diferencial de la tecnología respecto a los autóctonos viene mediada por estas situaciones, en la que estos últimos no se ven inmersos. Porque la comunicación transnacional no es más que el resultado de la distancia de las relaciones.  «La diferencia más evidente se da con respecto a las relaciones personales transnacionales, con familiares y amistades que viven en el país de origen o en otro lugar. Es decir, la condición de migrante solo muestra este uso diferenciado», explica Huertas.

    El encuentro entre familiares y amigos a través de la tecnología es mucho más fácil, cercano y directo desde que entraron en juego los teléfonos inteligentes. Ya hemos hablado de ello.  Pero sobre las evidentes ventajas de su extendido uso, existe una contrapartida que se ve agravada por su incremento en ventas cada vez mayor. Mayor consumo y mayor producción. ¿O es al revés? En cualquier caso, esto acarrea una serie de efectos dignos de ser tenidos en cuenta. «En ningún momento debemos olvidar las consecuencias dramáticas que el uso extendido de los smartphones tiene en países como el Congo, donde el control de las minas de coltán originan guerras, esclavitud, etc», dicen los miembros de Teranga GO!

    El coltán es un mineral del que se extrae tantalio, un elemento químico cuya principal aplicación es la creación de condensadores electrónicos. Es el responsable de la disminución radical del tamaño de las baterías de los teléfonos móviles, entre otros avances. Su explotación está ocasionando diversos problemas, especialmente en la República Democrática del Congo. Se estima que este país posee el 80% de las reservas mundiales de coltán, un bien muy codiciado ya que se trata de un recurso no renovable. El control de estos yacimientos ha generado guerras que se remontan hasta 1998.

    Más allá de estas dramáticas consecuencias, el uso cada vez más mayoritario de smartphones está cambiando la manera en la que navegamos por la Red, y por tanto, la forma de construirla. El acceso a Internet en estos dispositivos se realizan sobre todo a través de las apps; unos programas que nos proponen diversas posibilidades de interacción estableciendo unos límites de acceso a la Red muy marcados. Ofrecen la entrada a una parcela de Internet, a un trozo. Por lo que la experiencia de navegación queda muy mediada a lo que nos imponen las apps y las empresas que nos las proporcionan. Al fin y al cabo la práctica que favorecen es la del consumo sin distracciones dentro de las fronteras que señalan. ¿Qué sentido tienen sino las aplicaciones gratuitas? ¿Y qué ocurre cuando la oportunidad de consumo está en la palma de la mano, o más bien en el bolsillo, siempre a nuestro lado?

    Es cierto que ahora es más sencillo que nunca tener acceso a contenidos culturales y que de hecho, su consumo es cada vez más floreciente. Nela y Royci cuentan que a lo que más dedican sus horas en Internet es a escuchar y ver vídeos musicales, aunque Royci reconoce que también le gustan los de coreografías y bailes. Yasmine revela que le encanta conocer nuevos pintores a través de la Red: «gente a lo mejor de mi edad que están pintando en otra parte del mundo [...] de gente de África, de Asia, de… no sé, de Latinoamérica, porque estamos en un país que parece ser que lo que más importa son los países desarrollados y nos olvidamos un poco de lo demás».

    Pero si nos fijamos, en muchas ocasiones parece que los límites del consumo cultural se desdibujan. Especialmente en contenidos a los que recurrimos mediante los medios digitales. Parecen distinguirse cada vez menos del consumo de marca. Un ejemplo significativo es el que nos cuenta Diego: le gusta hacer skate y por eso él y sus amigos van al skate park a poner en práctica trucos que luego graban en vídeo. Además para aprender cosas nuevas, visiona clips de este tipo. «Hay una app de Nike en la que cada uno sube trucos de lo que quiere y todo el mundo puede mirarlos», y es la que confiesa usar más. ¿De qué manera influye Nike, como marca, en el desarrollo de los gustos de Diego? ¿Hasta qué punto llega a influenciar en la cultura de los jóvenes el consumo de estilos de vida que destilan las marca?

    En la Red podemos consumir contenidos de cualquier tipo, de cualquier parte del mundo. Las Tecnologías de la Información y Comunicación han facilitado la globalización, especialmente la cultural, pero de una sola parte del planeta. Al final es de lo que trata la globalización, de la universalización de Occidente. Si nos centramos en la condición de migrante ¿de qué manera afecta esto? Según se ha visto más arriba, la utilización de los medios digitales que hacen los jóvenes extranjeros no dista de la que hacen los autóctonos. Amparo Huertas concluye que  «[...]los usos entre autóctonos y migrantes son muy similares, a excepción de las relaciones transnacionales. Incluso la búsqueda de información transnacional (de países diferentes al de la residencia) tiene un porcentaje de penetración similar y muy bajo» ¿Ni siquiera destaca el consumo de contenidos del país de procedencia? ¿Qué ocurre con la cultura de origen? ¿Se llegó a consumir como tal a través de las TIC en el propio país, antes de migrar? ¿No produce esa globalización de contenidos basados en el consumo un proceso de aculturación? ¿O en cambio los medios sociales ofrecen un resquicio con el que resistir a esta transformación? ¿Un resquicio en el encuentro que facilitan con sus familiares?

    Después de este recorrido pantalla tras pantalla, son muchas las preguntas que se abren. Las TIC descubren a su paso numerosas ventajas y facilidades, a la vista de todos; pero también inconvenientes para los que a veces es necesario prestar más atención. Los medios digitales son unos grandes aliados para los jóvenes, pero adquieren un significado especial para los que han sufrido un desplazamiento respecto a su país de origen; para aquellos que dejaron su tierra junto con parte de su familia, o solos, o en pareja. Las tecnologías son el punto de encuentro, las nuevas plazas de las ciudades. Las tecnologías del encuentro, o del reencuentro. Del encuentro con sus tíos, tías, abuelos, abuelas, primas, primos, amigos, amigas… Reencuentro con todo lo que se deja atrás, la cultura, el pasado; con lo que eran, lo que son.


    Créditos

    Realizado por:

    Texto: Gema Valencia

    Fotografías y vídeos: José Luis Tirado

    Un trabajo de ZEMOS98, un colectivo formado por: Pedro Jiménez, Sofía Coca, Felipe G. Gil, Lucas Tello, Pablo Navarro, Miriam Alviz, Ángel Ceballos, Nuria García y Gema Valencia.

    Agradecimientos

    Gracias al CEIP San José Obrero por abrirnos siempre sus puertas y hacernos sentir como en casa.

    Gracias al IES Miguel de Cervantes por atendernos y facilitarnos la realización de las encuestas.

    Y a Rosalía, sin su ayuda este recorrido hubiera sido muy difícil de andar.

    Financiado por:

    Servicio de Juventud del Ayuntamiento de Sevilla

    Tecnologías del encuentro
    1. Section 1
    2. Un acercamiento desde el barrio de la Macarena
    3. No es solo cuestión de acceso
    4. Todo comienza por la educación
    5. Identidades transmedia
    6. Tecnologías del encuentro
    7. Créditos